8/11/10

Historia de una amistad eterna


Ángel Durana y Daniel Salanova, amigos para siempre

Por Víctor Salanova


Hace ya casi cuatro años que Daniel nos dejó. Tenía un amigo al que conoció en Belandia, una pequeña aldea en el valle de Ayala en la provincia de Alava. Su madre y mi abuela, Vicenta Orueta, había nacido cerca de allí, en LLodio en el caserío de Gardea. Fue esa pequeña aldea de Belandia, uno de sus destinos como maestra y fue allí donde Daniel hizo su primera comunión y pasó unos cuantos años de infancia feliz. Allí conoció a toda la familia Durana, eran once hermanos y surgió esta gran amistad con todos ellos aunque de una forma especial con Ángel, ya que los dos tenían la misma edad.

Os puedo asegurar que el valle de Ayala es uno de los lugares más hermosos de la Tierra. Es un lugar verde y despejado con el pico Unguino a la cabeza, todo lleno de caseríos preciosos. Allí se encuentra el Monasterio de Quejana y en su interior la tumba del Canciller de Ayala. Los pocos años que allí pasó Daniel sirvieron para fijar en él imágenes, vivencias y recuerdos que mantuvo vivos durante toda su vida.

Mi padre nos llevó en diversas ocasiones a visitar todo aquello. Recuerdo cuando de muy pequeño estuve en casa de los Durana y tuve ocasión de conocer a su padre, Luciano, que según me contaba mi padre era el que animaba las fiestas con un chistu y un tamboril. Algunas canciones "atrevidas", más relacionadas con la sencillez y el ingenio. Él me las cantaba y todavía recuerdo algunas.

Cada paso, cada rincón estaban llenos de recuerdos para mi padre , recuerdos que él se encargaba de tansmitirnos a mi hermano Ignacio y a mi madre. Aquellos pocos años marcaron una vida para siempre. La zona está llena de lugares hermosos como Menagaray, dónde nacieron mis primos los Urrutia-Salanova que vivían en un caserón que hizo un tío de la familia al volver triunfante de América; Baranbio, ya en Vizcaya pero muy cerca de allí, dónde pasamos veranos inolvidables en casa de la tía Mila Arbaizagoitia -que falleció hace poco- y que tanta felicidad nos dio pues su casa fue siempre nuestra. Recuerdos del río y la piragua que el tío Juan Tomás había construido con sus propias manos, la mina de hierro, el santuario de Garrastaxu...
Tantas cosas...

El tío Juan Tomás se casó con la Tía Carmen (Menchu) que era hermana de la tía Mila. Solo nos queda allí el primo Juanto y su familia a quién visitamos de vez en cuando y nos sigue abriendo las puertas de su casa con el mismo cariño de siempre. Volviendo a la familia Durana os diré que Daniel se marchó de Belandia a los pocos años y tardó en volver bastantes más, pero al hacerlo encontró a sus amigos de la infancia con el mismo cariño, admiración y respeto que entonces. Las visitas se hicieron más frecuentes, en vacaciones sobre todo y Orozco se convirtió en lugar de visita obligada porque allí vivía y sigue vivendo su amigo Ángel. También visitamos en varias ocasiones Izoria lugar donde vivía su hermana Humildad, ya fallecida, pero una de las personas más extraordinarias que recuerdo, su hermano Olegario, Elías que todavía vive en Belandia...

Desde que murió mi padre, Ángel nos invita todos los años, el primer domingo de Octubre a la celebración de la fiesta de Belandia, la Virgen del Rosario y para mí es un momento especialmente hermoso. Allí esta el edificio que fue escuela, iglesia y vivienda de la maestra y su familia. Se celebra una misa en la pequeña iglesia donde Ángel y mi padre hicieron su primera comunión. Ángel y yo procuramos sentarnos siempre juntos y es especialmente emotivo para mí el momento de darnos la Paz, igual que lo hacía con mi padre. Luego bajamos al pueblo y nos obsequian con un vermú en lo que eran las antiguas escuelas, que no son en las que daba clase mi abuela. No quedan niños allí. Irene que es la hija mayor de Ángel organiza una comida en un restaurante, a la que por supuesto nos invita siempre...
Quiero mencionar de forma especial a Mila y Loli que son también hijas de Ángel y también a la tía y a Teresa, mi mujer, que también se ha enganchado a esa tierra y a la familia Durana. A la salida de la iglesia podemos saludar a sus sobrinos y otros familiares que vienen a la misa todos los años.

Mi padre decía en sus últimos años de vida que le parecía maravilloso haber mantenido una amistad así durante 80 años.

Nos queda el Aita Ángel, esperemos que por muchos años. Mantendremos el testigo mientras tengamos vida.


PARA SIEMPRE.